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Festival Le Prince

Elia Kazan La culpa de un Director

 

Elia Kazan uno de los grandes directores de la historia de quien sus obras hablan por si mismas:

La mayor decisión de su vida no fue relativa al cine.  En 1952, Kazan aviso al escritor Clifford Odets, miembro del partido comunista estadounidense, que iba a responder a preguntas ante el comité del senador McCarthy.

Elia Kazan habló y dio nombres. ¿Por qué? Según la escritora Lillian Helman: “Por dinero”. El realizador John Berry, que dejo Estados Unidos y se asentó en Francia, añadió: “Para mantener su piscina”. Siempre se defendió “No lo hice con premeditación, sino por convicción”. Pero añadía: “Aunque me he dado cuenta de que hice. Me suelo decir: “has herido a seres humanos, a amigos y a familiares. resulta Inexcusable'”.

Desde Mar de hierba (1947) hasta Viva Zapata (1952), rodó tratando dos maravillosos que denunciaban el antisemitismo (La barrera invisible) y el racismo (Pánico en las calles). Pero después…, después su trabajo se vio impregnado de una sensación de remordimiento, de los sueldos del pecado. En La ley del silencio (1954), Marlon Brando, un joven estibador, se Libra del cruel jefe del sindicato denunciándolo por asesinato. Y en su penúltimo film, Los visitantes (1971), dos soldados vietnamitas se vengan del que les denunció por violación.

Esa sensación de culpa, por primera vez y siempre…

Eia Kazan también era un cuentacuentos. América, América es el relato más magnifico, bello y humanista de la odisea de un joven inmigrante griego, su alter ego, su hermano. Pero su película mas famosa.es Un tranvía llamado deseo (1951), donde consiguió imponer a Marlon Brando, una de las estrellas más brillantes del Actors Studio frente a Burt Lancaster y John Garfield. Aunque fue un rodaje difícil.

Brando decía que odiaba su papel: “representa todo to que odio: la falta de sensibilidad, la vulgaridad, la crueldad”. Y Vivien Leigh (Inicialmente se había pensado en Greta Garbo pare el papel) que había Interpretado el papel dirigida por su marido, Lawrence Olivier, nunca dejo de repetir, para exasperación de Elia Kazan: “Cuando Lawrence y yo hacíamos la obra en Inglaterra…”.

Desde el primer día de rodaje el censor arrasó. Quedaba totalmente prohibido, por ejemplo, decir que el suicidio del marido de Blanche fue por su homosexualidad. La frase se cambió por una algo ridícula: “Es que era poeta, ¿sabes?”, que puso furiosa a Vivien Leigh. Una vez se terminó la película, la Liga Católica para la Decencia entre en acción. La supuestamente tórrida: “me gustaría besarte en la boca con lentitud”, acabó en la sala de recortes junto con la mirada lasciva de Stella a Stanley después de la partida de póker. La película ha envejecido, pero Brando no, ni la bella fotografía en claroscuro de Harry Stradling, ni la música de Alex North, cuyos blues o evocan persistentes recuerdos que resurgen cuando preferíamos que hubiesen desaparecido.

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